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Primer ascenso del Hummingbird Ridge (1965)

Allen Steck  /  Feb 19, 2019  /  6 Min Read  /  Climbing

This distant view of the Hummingbird Ridge shows the immensity of the climb, starting at the rocky cliffs at lower right to the summit three and a half miles away and some 13,000 feet higher. Photo: Roy Johnson Jr.

Para honrar el lanzamiento de La Vida de Un Montañista (A Mountaineer’s Life) de Allen Steck, Patagonia Books se complace en compartir el presente extracto del capítulo ocho. 

El campamento II fue un lugar apremiante y pavoroso. Pasamos siete días en él con un clima realmente severo. No podíamos dejar nuestra carpa sin montarnos en las cuerdas fijas. La débil cornisa a nuestra espalda no era agradable de contemplar. No estábamos mucho más cerca de la cumbre de lo que habíamos estado en el campamento base, y en nuestros pensamientos vacilábamos entre seguir o retirarnos. A medida que la tormenta nos engullía, nos sentíamos más y más abatidos. Una tarde, Long se recostó al fondo de la carpa, su rostro reflejaba una profunda tristeza. “¿Qué se necesita para escalar esta arista?” murmuró despacio.

“No es el rol del gran alpinismo enfrentar el peligro, pero es una de las pruebas a las que uno debe someterse para merecer el placer de elevarse por un instante sobre el estado de una larva que se arrastra.”

—Lionel Terray, 1965

Algunos querían iniciar la retirada al instante, pero eventualmente accedieron a continuar hacia el Domo de Nieve, con la condición de que volveríamos al campamento base si no nos encontrábamos al otro lado del traverse detrás de él para el 2 de agosto. Esta parte de la escalada, que llamamos el Traverse de la Pala, era un amenazante filo  horizontal de casi 1.000 metros, coronado por una increíble colección de cornisas dobles, que conducía desde el Domo de Nieve hacia a la cumbre.

Looking up-route across the “Shovel Traverse,” you can discern all five of my partners. The team was moving from Camp IV to Camp V, and two partners are gathered at Camp V, while three others are negotiating the corniced ridge. Photo: Allen Steck

Leyendo la ruta a través del “Traverse de la Pala” puedes descifrar a mis cinco acompañantes. El equipo se movía del campamento IV al V, y dos compañeros están reunidos en el campamento V, mientras los tres restantes están negociando con el filo de la cornisa. Foto: Allen Steck

Nuestro pesimismo era tal que cada uno imaginaba cómo organizar la retirada. Coale tenía un descabellado esquema para unir todas nuestras cuerdas, cinturones y cordones de zapato en un solo gran rappel, si es que surgía la necesidad de escapar. Era justo el tipo de fantasía que uno esperaría de su vigorosa mente ingenieril. En el campamento II desplegó un espíritu audaz y hermosamente positivo, que para el resto de nosotros parecía ser claramente fraudulento pero, sin embargo, perduró.

Bacon también se comportó a la altura considerando su reciente recuperación de una caída que tuvo en Eldorado Canyon, cerca de Boulder, Colorado. Él era nuevo en este juego de las expediciones. Un día él, Evans y yo, estábamos compenetrados en la décima hora de una sesión izando carga cuando escuché lo que sonaba como una roca cayendo, e instintivamente abrasé la pared. Pero nada llegó abajo. Miré a mi alrededor y revoloteando sobre mi mochila roja vi a un colibrí, obviamente esperando algo de alimento. Se fue volando al instante, consumiendo su reserva de combustible a un ritmo al menos treinta veces más rápido que el mío. Mi pequeño amigo, tú y yo somos intrusos en esta arista estéril, pensé. Ahora ambos estamos comprometidos en un forcejeo con nuestro medio, aunque el mío parece ser el más absurdo. ¿Lo es realmente? Tal vez la ciudad es la absurda y vivir aquí más real. Me pregunto cuál de nosotros está mejor preparado para sobrellevar los desafíos que vienen. Debo estar pensando en ti. Gracias a ti tenemos un nombre para nuestra ruta. La mente ahora forcejea para comprender el significado de todo esto.

A view looking back over the 900-meter-long corniced “Shovel Traverse” section of Mount Logan’s Hummingbird Ridge from about 170 meters above. Photo: Allen Steck

Una vista de lo que hay al mirar atrás, unos 170 metros más arriba, a los 900 metros del expuesto “Traverse de la Pala” en el Hummingbird Ridge de Mount Logan. Foto: Allen Steck

Wilson, filósofo de la expedición y cocinero, declaró seguro al campamento II indicando que la corniza, si es que colapsaba, no se llevaría con ella las carpas y sus ocupantes. Él era un defensor del valor del “sufrimiento” que se encuentra en el montañismo, y del disfrute del deporte en proporción directa de este ingrediente. Otra certeza que se venía a la mente era la del cuerpo sin lavar. Recuerdo que poco después de nuestro retorno mi tía, una sicóloga, me preguntó con estupor, “¿Quieres decir te pasaste veintitrés días sin lavarte? Las enormes fuerzas mentales que guían inexorablemente al montañismo eran familiares para ella, pero estar sin bañarse era un concepto que no podía terminar de entender.

De verdad recomiendo una semana en el campamento II para cualquiera que esté deseoso de experimentar la más profunda emoción de estar vivo. La vista desde el campamento II era más bien apacible mientras tus ojos estuvieran cerrados. Así podías evocar imágenes tan pacíficas como verdes, exuberantes y extensos prados, helechos tropicales, suaves hojas que se funden con el musgo. Abre los ojos y ahí lo tienes, el gran contraste y el culto al peligro. Como alguna vez escribió Wilfred Noyce: “Mira esa vasta extensión glacial: sin vida… siendo las únicas fuerzas en juego las del viento, la caricia del sol y el terrible poder aplastante del hielo en movimiento”. Wilson, con sus ojos felizmente cerrados, lo puso de forma sencilla, “Preferiría estar de vuelta en Livermore luchando por la fluoración”.

One of my partners descends from Camp III. The precarious perch of Camp II, where the team excavated a small ledge from a cornice, can be discerned at the high point of the serrated ridge below. You can make out much of the trail of climbing along the jagged ridgecrest. Photo: Allen Steck

Uno de mis compañeros desciende desde el campamento III. La precaria ubicación del campamento II, donde el grupo excavó una pequeña repisa en la cornisa, puede ser identificado en la parte alta del filo serrado bajo ella. Se puede identificar gran parte del trayecto de la escalada a lo largo de la cresta dentada. Foto: Allen Steck

Mediante el ritual del discurso democrático llegamos a una solución temporal para los problemas del campamento II al abandonarlos por los que encontraríamos en el campamento III. El Domo de Nieve se convirtió en nuestro primer objetivo. La principal preocupación eran nuestras menguadas provisiones. Para el momento en que llegamos al campamento III habíamos estado afuera por veintiún días y, mientras nuestra carga se hacía más ligera, nuestras visiones de alimentos se volvían más intensas. Nuestro escondite en el glaciar bajo King Peak se entrometía más y más en mis pensamientos. No había una idea más perturbante que no encontrarlo en la gran extensión de ese gélido plateau.

El campamento II era precario. El campamento III era aún más expuesto, aunque sin la emoción de la cornisa, que había colapsado el día de nuestra partida. El clima se volvió realmente malo durante el acarreo al campamento IV en el Domo de Nieve. Long y yo contemplamos volver abajo a buscar las cuerdas fijas bajo el campamento IV esa tarde, pero decidimos no hacerlo ya que no estábamos seguros de que la retirada sería al día siguiente. Podrás imaginarte nuestra dicha cuando la tormenta milagrosamente se disipó y mirábamos ese increíble traverse con un sol radiante a la mañana siguiente. Era el 31 de julio y, de repente, la cumbre parecía posible.

Primer ascenso del Hummingbird Ridge (1965)

YA ESTÁ DISPONIBLE

ALa Vida de un Montañista

Historias del camino de una leyenda viva, El Zorro Flaco.

A los dieciséis años, Allen Steck hizo su escalada inicial, un primer ascenso de Mount Maclure en las Sierras, sin equipo, sin cuerdas, sin experiencia. Pero ese evento convirtió la suya en una vida de montañista. Estas son historias de cuando escalar montañas era descubrimiento, cuando hombres como Steck forjaban nuevas rutas, literal y literariamente. Con humor seco y recuerdos detallados, captura la emoción y la intriga de un tiempo en el que no había reglas ni guías. En sus palabras, “No nos engañamos con que estamos embarcándonos en una actividad que no es nada más que extenuante, peligrosa, eufórica, kinestésica, cara, frívolamente esencial, económicamente inútil y  completamente carente de una significancia social que redima. Uno no debe buscar significados más profundos”.

Con impresionantes fotografías, muchas de las cuales son publicadas por primera vez, esta memoria es un tesoro, una inspiración y un ancla a los fundamentos de un deporte que transforma la vida, como es la escalada alpina.

Disponible en patagonia.com y librerías locales. 

Allen Steck looks through some of his slides at Patagonia HQ while working on his new book, A Mountaineer’s Life. Photo: Kyle Sparks

Allen Steck repasa algunas de sus diapositivas en la Casa Matriz de Patagonia mientras trabaja en su nuevo libro, La Vida de Un Montañista. Foto: Kyle Sparks

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