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Amigo, ¿qué pasó con los bichos?

Stephen Sautner  /  julio 25, 2023  /  Lectura de 13 Minutos  /  Fly Fishing

La disminución de los insectos acuáticos debería preocuparnos a todos.

La luz cinemática de una noche a finales de verano ilumina una nube de tricópteros que vuelan sobre los rápidos del río Missouri, conocido por sus masivas eclosiones de insectos y grandes truchas. Foto: Jessica McGlothlin.

Los pescadores de truchas hablan con gran respeto del “despertar de la noche”, un fenómeno casi místico que ocurre cuando un río de aguas frías comparte su abundancia de insectos acuáticos con el resto del mundo natural. Presenciar este evento se asemeja a una obra de teatro: drama, belleza, sexo y muerte; es uno de los mayores espectáculos que ofrece la pesca con mosca.

Todo comienza cuando el sol desciende y el cielo se torna dorado, los rayos crepusculares atraviesan las alas transparentes de los efemerópteros (mayflies)—sulfur, drake y March Brown— mientras danzan en su cortejo ascendente. Unas pocas golden stonefy se mueven con pesadez, desplegando sus alas antes de caer boca abajo sobre el torrente para depositar sus huevos en la superficie. Ráfagas de tricópteros se arremolinan por encima del agua.

Las golondrinas revolotean alrededor con sus picos prestos a consumir el alimento, tal como ballenas jorobadas en su búsqueda de krill. Otros pájaros, como la reinita, el ampelis y la curruca, eligen sus propios blancos. Vuelan desde sus perchas para interceptar a aquellas presas que sean lentas o simplemente desafortunadas. Las libélulas también patrullan el área; se mueven por los costados del grupo, capturan una mayfly y dejan atrás un par de alas que caen en espiral sin un cuerpo ya del que ser parte.

¡Que vengan las truchas! Las primeras arriban con miedo y timidez, pero poco a poco aparecen más y crece el entusiasmo, mientras que los insectos van cayendo sobre el agua para depositar sus huevos, antes de morir. Los pescadores lanzan sus cañas, mientras que los peces devoran a las moscas, saltando por todos lados. Los carretes cantan sus tonadas, las luces se atenúan. Llegan peces más grandes, ahora los carretes interpretan arias. El agua salpica como si se tratara más bien de ganado en lugar de peces. Las linternas frontales se encienden y se apagan mientras se liberan las truchas. Luego llega la completa oscuridad; finalmente, el espectáculo termina. Es tiempo de que aparezcan los créditos en la pantalla.

Amigo, ¿qué pasó con los bichos?

Millie Paini lanza su caña un par de veces más en Henry’s Fork, Idaho. En los ríos, a menudo suelen aparecer insectos acuáticos mucho después de que los pescadores abandonan el lugar; asimismo, acuden a la zona truchas temerarias en busca de alimento. Foto: Bryan Gregson.

El pasado junio me senté sobre mi roca favorita en el East Branch, un afluente del río Delaware, en mi ciudad natal. Mi propósito era esperar que el gran evento antes relatado comenzara. Las condiciones eran perfectas; la luz era suave y las frescas aguas fluían. Las reinitas y zorzales cantaban a mis espaldas. Sin embargo, algo faltaba: los insectos. Claro que había observado algunas mayflies dispersas por aquí y por allá como también algunos tricópteros flotando por encima de la superficie, pero lo que debió haber sido una densa nube de ellos era apenas un soplo. De vez en cuando aparecía una que otra trucha, incluso me las arreglé para dar con una bastante grande, de más de 40 cm, típica del lugar. No obstante, sentí que algo definitivamente estaba mal.

No era la primera vez que me ocurría esto, todo lo contrario, me había sucedido muchas veces. Durante las estaciones pasadas he notado un declive sostenido en la eclosión de insectos acuáticos en un río en el que he pescado por casi veinte años. Hay días en los que los insectos aún aparecen, por lo que también llegan las truchas. Ante tales circunstancias, parece que todo marcha bien, pero son más las ocasiones en las que esto no ocurre; la consistencia y duración de las eclosiones están disminuyendo. Aquellas tres semanas durante las cuales solían emerger las moscas Hendrickson se han reducido a tan solo una semana y media. Por otro lado, las March brown, que nunca fueron demasiado abundantes, pero sí predecibles y estables en sus ciclos, ahora están bastante escasas. Las grandes masas de tricópteros se han reducido a casi nada. En la actualidad, a menudo me siento y espero, con los hombros caídos, hasta que al final regreso malhumorado a mi vehículo en la oscuridad, como un amante abandonado.

Hay otros caudales en los que he notado que sucede lo mismo. La eclosión de sulfurs en el Brodhead Creek de Pensilvania en algún momento fue tan densa que era casi imposible competir con la masa viviente que bajaba por el río. Ahora es algo que sucede solo de manera esporádica en el mejor de los casos, con zonas enteras aparentemente desprovistas de las mayflies que antes estaban por todo el lugar.

Es posible que el problema esté relacionado conmigo y no con los insectos. Tal vez he tenido varios años de mala suerte en los que tampoco he llegado a los arroyos de mi comunidad en el momento adecuado. La frase cliché de la pesca suele ser: “Debiste haber venido ayer”. Tal vez debí haber venido ayer… desde el año 2015. Decidí plantear mi interrogante en las redes sociales; pregunté si otros pescadores habían presenciado tal escasez de insectos. Las respuestas que recibí fueron reveladoras.

“Parece que las eclosiones de mayflies van en declive. Cuando iba a pescar con mi padre a la cuenca del Upper Delaware en los 80, las eclosiones abundaban… Era anecdótico, pero es algo que no he vuelto a presenciar”.
“La eclosión de las Hendrickson, esperada con tantas ansias en el río Housatonic, parece haber desaparecido por completo”.

Otras personas parecían contradecir lo que yo estaba observando, pero con ciertas advertencias: “Hay periodos importantes de eclosión en el Penns Creek durante toda la temporada, pero los pescadores veteranos me dicen que no es como antes”.

Finalmente recibí una respuesta proveniente de la cuenta personal de un científico de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), quien resumió así lo sucedido: “Parece que se trata de una situación a escala continental, sin duda alguna confirmada en muchas aguas, pero con algunas excepciones en otras. No monitoreamos con precisión a este tipo de moscas que son tan importantes a nivel ecológico y cultural, por lo que es triste decir que no podemos responder preguntas básicas con respecto a ellas”.

Lo poco que maneja la ciencia con respecto a este declive global de insectos confirma mi confusión. En 2017 un grupo de científicos alemanes publicó un estudio bastante sorprendente que documentaba una caída poblacional del 75% de los insectos en reservas naturales locales. Esto condujo al The New York Times a encabezar una de sus páginas con la siguiente declaración: “El apocalipsis de los insectos ya llegó”. Este artículo destaca la escasez de datos previos que sirvan como referencia para comparar el declive de 27 años acontecido en Alemania, pero describe los esfuerzos que se están realizando para reunir datos ya casi olvidados que podrían ofrecer pistas y demuestra que los científicos de otros lugares también se han dado cuenta de la caída en la población de insectos. Casi tres años más tarde, un estudio en la revista Science reveló un declive de insectos terrestres de 9% por década, pero un aumento de un 11% en insectos acuáticos. Aun así, solo se trató de un “metaanálisis” que tomaba como base estudios existentes en todo el mundo, en vez de una investigación en terreno propia. Los autores afirmaron que el crecimiento en las poblaciones de insectos acuáticos podría ser el resultado de la limpieza de lagos y ríos o del aumento en la carga de nutrientes relacionado con el cambio climático. Otras investigaciones fueron más concluyentes, aunque igualmente amplias en su alcance. Un artículo publicado en 2019 estableció que el 40% de los insectos de todo el planeta podría desaparecer en las próximas décadas, pero se refería sobre todo a mariposas, polillas, libélulas y escarabajos para aventurar aquel funesto pronóstico. Algunos cuestionaron estos resultados alegando una falta generalizada de evidencia. Luego, hace dos años, un estudio más específico publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) utilizó observaciones de radar para determinar que los enjambres anuales de Hexagenia, o mayflies gigantes, en la cuenca superior del río Misisipi y en la occidental del lago Erie se había reducido a la mitad.

Piensa por un momento en el patio de la casa en la que creciste, o tal vez en algún lugar en el que acampabas durante el verano. Piensa en la luz del porche en la casa de tu abuela. ¿Recuerdas las polillas, luciérnagas y saltamontes alrededor? ¿En el presente observas menos de las que había por aquel entonces? Uno de los criterios para medir la misma situación citado en el reportaje del Times era el “efecto salpicadura” en los parabrisas, resultante de las colisiones con insectos y cómo esto sucede cada vez menos. Utilizando el ejemplo de la casa de la abuela como referencia, puedo mencionar que lo que una vez fue una vorágine de insectos arremolinándose alrededor de la luz en mi cabaña en los bosques del norte del estado de Nueva York, en los últimos años se ha convertido en apenas un débil revoloteo. Polillas grandes —de especies como luna, cecropia y polyphemus— que antes ofrecían maravillosos espectáculos durante el verano, ahora solo aparecen una vez cada dos años. ¿Todo esto está comprobado por la ciencia? No, pero coincide con lo observado por los entomólogos.

Ninguna otra actividad al aire libre, a excepción de la apicultura o tal vez del coleccionismo amateur de mariposas, depende directamente, exalta ni los celebra a los insectos como la pesca con mosca. Es más, los pescadores suelen divertirse con los nombres de los insectos en latín, incluso a veces crean los suyos propios a partir de los originales: a las Isonychia bicolor, también conocidas como slate drakes, las llaman “Isos”; para ellos, el género Tricorythodes se convierte en “Tricos”, o lo que es más ocurrente, “Trikes”. A las antes mencionadas Hexagenia se les deja como “Hex”, que suena incluso intimidante. Una vez vi un vehículo cuya matrícula decía “BAETIS”, haciendo referencia a la efímera blue-winged olive. Creamos minuciosas imitaciones de distintos inse March brown o sulfurctos acuáticos en algunos de sus periodos específicos de vida, como los tricópteros, en su etapa de desove. Agendamos nuestras vacaciones en función de ciertos periodos de eclosión en ríos determinados. Por cierto, buena suerte reservando una habitación de hotel en las montañas Catskill durante la “Semana de los insectos” de finales de mayo, cuando por fin aparecen las green drakes, o tratando de encontrar alguna zona libre en el río Madison durante la temporada de eclosión de las salmonfly. Sin poblaciones de insectos saludables y llenas de vida los pescadores con mosca, sobre todo de truchas, mejor deberían dedicarse al golf.

Amigo, ¿qué pasó con los bichos?

Eye to eye with a mayfly. Winged mayflies have large compound eyes and short antennae. Once they emerge from their nymphal stage, mayflies cannot feed. Instead, they’re often a favorite snack of hungry trout. Photo: Trey Wardlaw

Dejemos la pesca con mosca de lado por un momento. Cuando te pones a pensar en todo lo demás que depende de los insectos acuáticos la situación se vuelve mucho más preocupante. Si echamos un vistazo a la mayoría de los ríos trucheros en Norteamérica durante la primavera, notaremos que el paisaje está repleto de aves migratorias que cazan myflies en etapa de muda, así como también tricópteros o stone fies, sin mencionar orugas, gusanos y pulgones, entre otros. Algunas de ellas han viajado desde distancias tan lejanas como los Andes para aprovechar este festín estacional. Si estos pájaros dejan de acudir a la zona para buscar su alimento, habremos perdido un componente fundamental en los ecosistemas: el control natural de las plagas y la dispersión de las semillas, lo que resultaría entonces en un bosque afectado, víctima de enfermedades y especies invasoras, menos capaz de retener carbono y de proteger las cuencas hidrográficas. Si incluimos a las abejas en este declive, también perderíamos otros beneficios importantes provenientes de sus ecosistemas, como la polinización. En otras palabras, una mala temporada para la eclosión de Hendricksons podría ser el pronóstico de algo muchísimo peor.

¿Qué podemos hacer al respecto? La verdad es que nadie sabe con exactitud qué está ocasionando tal disminución. Sin embargo, el uso generalizado de pesticidas y otros factores a menudo están asociados con esta problemática. Los autores del estudio publicado en el PNAS relacionan la desaparición de Hexagenias con la disminución de los niveles de oxígeno disuelto debido al calentamiento del agua por el cambio climático, además de la escorrentía de fertilizantes proveniente de granjas que genera floraciones de algas tóxicas.
Tenemos el derecho y la obligación de culpar a la agricultura por lo antes mencionado, pero también debemos considerar lo que sucede en nuestros hogares. Los servicios de jardinería abundan en mi vecindario, en Nueva Jersey. Cada primavera vierten fertilizantes y diseminan productos químicos para combatir las “plagas”, ya sea que se trate de maleza o insectos (muchos de los cuales son beneficiosos). Si a esto le añadimos las sopladoras de hojas a combustión y las enormes podadoras que emiten carbono, el daño al hábitat es sencillamente un crimen. Irónicamente, muchos propietarios que contratan este tipo de servicios también conducen vehículos eléctricos e instalan paneles solares en sus hogares, por lo que estamos en presencia de una incongruencia. Por cierto, el resultado de aplicar aquel método de medición basado en la luz del porche es bastante deprimente; ahora solo arriban a los focos una o dos polillas y algunos mosquitos errantes que dan vueltas en las noches más húmedas, en las que se supone que debería haber muchos más insectos. En conclusión, aquellas personas que dispongamos de áreas con césped en nuestras casas deberíamos prescindir del servicio de jardinería y utilizar un rastrillo o una podadora a batería, o incluso sembrar, es decir, utilizar esas mismas áreas para plantar especies autóctonas y también ser más tolerantes a la maleza. Los dientes de león, por ejemplo, constituyen una fuente de alimento y de polen para las abejas y mariposas.
En cuanto a los habitantes de las ciudades, comprar alimentos orgánicos o libres de pesticidas sería una manera efectiva de apoyar a los insectos. Asimismo, cualquier oportunidad de reducir nuestra huella de carbono, lo que incluye votar a favor de iniciativas que favorezcan al medioambiente, haría que las mayflies nos dedicaran una gran sonrisa si es que tuviesen boca (las adultas no tienen).

Amigo, ¿qué pasó con los bichos?

La cena está servida. Un grupo de caballitos del diablo no logró escapar del voraz apetito de una trucha arcoíris en el río Silver Creek, Idaho. Foto: Nick Price.

Continuando con el tema, en 2020 un estudio en la revista Biological Conservation señaló que las luces artificiales, desde el alumbrado público hasta las llamaradas de los pozos de gas, podrían estar generando gran daño a una innumerable cantidad de insectos. También es posible que todas esas luces fluorescentes que vemos en las estaciones de gasolina y en los centros comerciales, así como en los hogares de muchos vecindarios, estén ocasionando un impacto negativo. Las que están más cerca de los ríos trucheros apartan a los insectos de funciones importantes: aparearse y poner sus huevos (un artículo de la revista Smithsonian acerca del estudio de Biological Conservation menciona que el reflejo de la luz en las carreteras confunde a las mayflies, quienes terminan desovando sobre el asfalto en lugar del agua). Cada mañana en estos lugares, los cadáveres de insectos se amontonan alrededor de las luminarias, el fatídico desenlace tras agotar sus reservas de energía al dar vueltas sin cesar alrededor del letrero de una tienda. Tal vez tú no seas propietario de una tienda con un cartel luminoso, pero sería muy útil si apagaras las luces exteriores de tu casa antes de irte a dormir.

¿Se trata todo esto de simple alarmismo por parte de unos pocos pescadores con mosca que añoran los viejos tiempos? Tomemos como ejemplo el Neversink. Este histórico río truchero nace a la sombra Slide Mountain —la cumbre más alta de las montañas Catskill— y luego serpentea hasta el Delaware, a unos 100 km de distancia. Los pioneros de la pesca con mosca seca, Theodore Gordon y Edward Hewitt, realizaron sus primeros lances en este sitio hace más de un siglo en donde supuestamente solía eclosionar la green drake, una especie de mayfly de gran tamaño conocida por atraer a todas las truchas del río. Pero se dice que las represas, la deforestación y el desarrollo inmobiliario trajeron consecuencias negativas. Si pescas en el Neversink a finales de mayo o principios de junio es posible que veas algunas moscas de esta especie —algunas veces llamadas fóridos— recorriendo el río al atardecer con su largo abdomen blanco que parece brillar en el crepúsculo. Sin embargo, si comparamos esto con la abundancia de pájaros, murciélagos, arañas, libélulas, truchas y otros peces de agua dulce que existen en este prospero caudal, no parece existir ya una verdadera “eclosión”. Las drakes que quedan en la zona no son más que meros fantasmas de lo que solían ser en otros tiempos.

Amigo, ¿qué pasó con los bichos?

Hoy no hay cena. Una afortunada brown drake mayfly logra ser lo bastante veloz como para escapar de su captor en Henry’s Fork, en el río Snake (Idaho). Foto: Jeremiah Watt.

Los biólogos de conservación hablan del “Efecto Allee”, según el cual la salud de los individuos depende directamente del tamaño de sus poblaciones. Por ejemplo, las palomas migratorias necesitaban convivir en grandes cantidades, miles de millones de ejemplares, para sobrevivir como especie. Cuando la caza excesiva y la deforestación de bosques primarios redujeron su población hasta por debajo de cierto umbral, cayeron en una espiral de muerte que duró décadas. La última paloma migratoria, una especie que en algún momento fue la más abundante de Norteamérica y tal vez del planeta, falleció en un zoológico en 1914. Aún queda por determinar si algunas eclosiones de insectos, cuya estrategia de supervivencia también parece fortalecerse de comunidades de inmensa cuantía, ya han alcanzado también este punto de inflexión.

¿Podría el hombre revertir el declive de los insectos? Los pescadores con mosca somos optimistas por naturaleza. Cada lance con nuestra caña es una manifestación física de esperanza, creemos que cada mosca que atamos será “La elegida” para el éxito. Necesitamos convertir ese optimismo en defensa, o al menos en acciones personales para reducir nuestro propio impacto negativo en las poblaciones de insectos. Tal como los pescadores de steelhead deben ser antirepresas, los pescadores de trucha deberían ser proinsectos. Hagamos que el “salvemos a los tricópteros” se convierta en tendencia. Por mi parte, planeo volver a mi roca en el East Branch durante la próxima primavera y sentarme con la esperanza de que los insectos regresen. Como dije antes, cuando se producen las eclosiones las reinitas cantan, las libélulas zumban y las truchas se asoman. El mundo es un lugar hermoso, uno por cuya protección vale la pena luchar.

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