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¡Échale ganas!

Nathan Harkleroad  /  mayo 5, 2021  /  Lectura de 6 Minutos  /  Workwear

Solo el 4 por ciento de los dueños de granjas en los Estados Unidos son hispanos. Javier Zamora, inmigrante mexicano y agricultor orgánico, está trabajando por cambiar esa historia.

Todo lo que quería era echar a andar una granja para poder alimentar a mi familia”, dice Javier Zamora. “Y tal vez poder comprar una casa nuevamente haciendo algo que de verdad disfruto y que me apasiona.

Todas las fotos por Greg Mionske

“¡Hola amigo! ¿Te molesta si me quedo recostado?”, pregunta el granjero orgánico Javier Zamora. Lo llamé a las 7 p.m., justo cuando estaba llegando a su casa tras un día en la granja que comenzó a las 4:30 a.m. Se nota que está agotado, pero de una forma que deja ver satisfacción. Enseguida baja un poco las luces.

Durante los últimos 11 años he trabajado como administrador en incubadoras, programas de educación y, más recientemente, como director de programas en la Asociación para la Agricultura y la Capacitación Basada en la Tierra (ALBA por su sigla en inglés). Con base en el Valle de Salinas, en California, ALBA es una organización que capacita a trabajadores del campo para convertirse en dueños de sus propias granjas orgánicas en sus instalaciones de capacitación que abarcan algo más de 40 hectáreas. He trabajado con un montón de personas durante mi carrera, pero nunca había conocido a nadie como Zamora.

Nacido al interior de una comunidad agrícola en Michoacán, México, Zamora migró a los Estados Unidos cuando tenía 20 años. “Fui a una escuela secundaria en los suburbios de Los Ángeles y tuve que hacerme bilingüe”, relata. “Tenía la residencia, lo que ayuda a facilitar bastante las cosas”. En lugar de terminar la secundaria, Zamora comenzó a trabajar en la industria de los restaurantes y la hospitalidad, donde su jovial personalidad le ayudó a escalar posiciones. “Sí amigo, pude relacionarme con todo tipo de personas”, recuerda. “Ricos, pobres, calvos, altos—todas las clases sociales”.

Pero en 2009, cuando la economía se vino abajo, Zamora perdió su casa y fue entonces cuando decidió Volver a sus raíces en la agricultura. Con 43 años se mudó al Valle de Salinas en California­—conocido como la ensaladera del mundo—para trabajar en un vivero, terminar la secundaria y estudiar horticultura en Cabrillo College, donde uno de sus profesores le sugirió acercarse a ALBA.

“Hey, recuerdo el primer día que fui (a ALBA)”, dice Zamora. “El curso ya estaba avanzado, pero me dijiste que si pasaba una prueba sobre producción orgánica me dejarías unirme”. Pasó el examen y de inmediato comenzó a destacar. No era el típico estudiante, su bilingüismo era suficientemente bueno como para que ALBA lo invitara  a unirse al equipo como intérprete. Al mismo tiempo, comenzó a operar una pequeña granja de media hectárea en un terreno que estaba rentando. Mientras tomaba los cursos de ALBA, Zamora también se mantenía ocupado cultivando relaciones con otras personas en la comunidad agrícola local y desarrollando su particular estilo de producción. “Tenías algo plantado en cada centímetro de ese lugar”, recuerdo. “Mis favoritos eran los chiles de árbol que crecían bajo los robles de Virginia de la costa. ¡Incluso tenías cultivos en unas macetas en los escalones de tu casa rodante!”, recordamos riéndonos.

Zamora recuerda la primera vez que asistió a la reunión del capítulo local de los granjeros orgánicos de la región: “Era como entrar al Salón de la Fama de los agricultores orgánicos locales y de pequeña escala. Y sí, todos eran blancos. Se sorprendieron al verme, no en mala onda ni de manera racista, solo que no estaban acostumbrados a tener un moreno en el grupo. Fue divertido”.

Rápidamente a Zamora se le hizo pequeña la operación de media hectárea y compró su propia granja. Hoy en día es el propietario de JSM Organics, donde cultiva vegetales orgánicos, frutillas durante todo el año y flores, en una superficie de 81 hectáreas a lo largo de las frescas colinas al norte del Condado de Monterey. Comercializa sus productos de forma directa en almacenes de alimentos naturales y ferias agrícolas y le da empleo a más de 40 personas. Cuando le comento que había quienes veían con reticencia que creciera tan de prisa, me dice, “Entré tarde al juego. Era ahora o nunca”.

¡Échale ganas!

No importa si lo llamas Condado de Steinbeck o la ensaladera del mundo, el Valle de Salinas, en California, ha sido por mucho tiempo un punto de referencia para las relaciones laborales agrícolas.

Hablamos de la importancia de tener una comunidad de apoyo en el mundo agrícola y de cómo, para muchos trabajadores del campo, eso representa una barrera cultural. “Algunas personas que vienen de México tienen mucha desconfianza. Necesitan abrirse”, dice Zamora. “Hay un montón de buenos recursos para dar el primer paso y se trata de aprender quién y qué puede ayudarte. Hay mucho espacio y mucho afán ahí afuera. Yo sé que hay muchos justo detrás mío y a mi lado también. No se trata del color. Se trata de trabajar duro. ¡Es tiempo de echarle ganas!

“Incluso tengo algunos trabajadores cuyo segundo idioma es el español”, dice Zamora. “Lo que significa que pertenecen a grupos indígenas mexicanos. Tengo otros trabajadores que ayudan con la traducción. Yo trato de inspirarlos con la idea de que la granja los necesita y que ellos necesitan a la granja. Respeto. Y les pago bien. Algunos ganan más que yo”.

A través de su trabajo con ALBA y con otras organizaciones agrícolas, Zamora se ha convertido en vocero de los agricultores hispanos de pequeña escala en California e incluso a nivel nacional. Él se describe a sí mismo como “un libro abierto” cuando se trata de su negocio y sus prácticas agrícolas. También renta pequeñas parcelas de su terreno a agricultores que están comenzando y los ayuda a comercializar sus productos. Todo esto lo hace de forma adicional a la administración de JSM Organics.

En la pantalla de mi computadora veo a Zamora recostado en la oscuridad de su oficina. Ha estado feliz de contestar mis preguntas, pero puedo darme cuenta de que está exhausto. Mañana estará en pie antes del amanecer, de vuelta al trabajo. Le pregunto cómo lo hace, por qué dedica tanto tiempo a otros. “Lo hago para aliviar la carga de quienes están comenzando”, dice. “No hay nadie más que esté dando ese paso al frente, o al menos muy pocos, para convertirse en la voz de los agricultores como yo. Entonces, es lo que debo hacer”.

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