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Por senderos y fuera del mapa

 /  mayo 29, 2020 Lectura de 7 Minutos  /  Mountain Biking

En Coyhaique, Chile, los fantasmas de la extracción de recursos pueden ofrecer el camino hacia un futuro basado en la recreación.

El sendero Lago Largo es remoto y casi no ve tráfico además de la vida silvestre y la cabalgata ocasional. Gabo Benoit desciende hacia el lago, posiblemente en el primer encuentro entre el sendero y los neumáticos. Foto: Max Wittenberg

Me acerco a la imagen satelital de mi teléfono, tratando de ver algún vestigio de sendero. El viejo camino que hemos estado recorriendo ha desaparecido sin dejar rastros del siguiente tramo, que nos llevaría de vuelta a la civilización. Detrás de mí escucho a Gabo Benoit decir en un tono sombrío: “Vamos a dejar que los animales nos guíen”.

Estamos en una cadena montañosa sin nombre a las afueras de Coyhaique, Chile, en un sendero exiguo que (esperamos) conecta las pequeñas comunidades de Villa Ortega y Villa Mañihuales. Gabo, un local familiarizado con este terreno, señala una huella de animales recién pisada por jabalíes. Esto, nos asegura, nos llevará a nuestro destino. Seguimos adelante con cautela, pero avanzando de todos modos.

Es febrero y junto al fotógrafo Sam Appelbaum hemos estado en las montañas alrededor de Coyhaique por poco más de una semana, con una más por delante. Fuimos arrastrados hacia el sur por las historias que Gabo nos contó sobre los senderos que podríamos encontraríamos en este remoto tramo de los Andes Patagónicos y hemos pasado días andando en bicicleta, caminando y empujando a través de estrechas rutas, casi invisibles, en bosques espesos, sobre altas cumbres alpinas y a lo largo de lagos que parecían no terminar nunca. Además de una granja remota, no hemos visto señales de otras personas.

Esa es exactamente la razón por la que estamos aquí: para ayudar a trazar una red de viejos caminos abandonados por la explotación forestal, minera y agrícola, que conecte estas pequeñas comunidades al revivir las rutas que dejó la historia de extracción de recursos del área. Una vez en el mapa, Gabo espera que el extenso sistema de senderos atraiga a excursionistas, ciclistas de montaña y jinetes, y con ellos una economía asociada a la recreación y la conservación.

Al menos, ese es el plan.

Por senderos y fuera del mapa

Al mapear nuevas redes de senderos, siempre ayuda tener una vista. Gabo Benoit y Sam Appelbaum examinan algunas rutas posibles antes de comenzar otro largo descenso. Foto: Max Wittenberg

Nuestro viaje hacia un sendero de jabalíes salvajes en las montañas chilenas comenzó hace seis meses, cuando conocí a Gabo en Downieville, California. Había viajado hacia el norte para recorrer los legendarios senderos del área, pero también estaba buscando ideas para su propia ciudad natal. Específicamente, cómo podía convertir a Coyhaique en un destino internacional de ciclismo de montaña.

Cuando se trata de usar senderos para reinventar una ciudad, hay pocos ejemplos mejores que Downieville. El que alguna vez fuera uno de los centros para la fiebre del oro y numerosos auges de la silvicultura californiana, fue casi abandonado cerca de la década de 1990, hasta que un pequeño grupo de mountainbikers desarrolló una carrera en los alrededores de la ciudad. Esa carrera, el Downieville Classic, es ahora uno de los eventos más legendarios del deporte, y sus fundadores dirigen Sierra Buttes Trail Stewardship, una organización sin fines de lucro que busca revitalizar el área a través de la recreación.

Gabo ve algunos reflejos de Downieville en Coyhaique. El chileno de 37 años creció aquí y ahora vive a las afueras de esta ciudad de 50.000 habitantes junto su esposa y tres hijos. Ha pasado la mayor parte de su vida adulta como guía local de pesca con mosca y bicicleta de montaña, construyendo senderos, trazando rutas en el área y, más recientemente, abogando por el turismo de conservación y recreación en su ciudad natal. Históricamente, los lugareños han confiado en las industrias de la tala, la agricultura y el pastoreo como sus principales fuentes de ingreso, pero esos trabajos han disminuido a medida que las generaciones más jóvenes buscan otras opciones de empleo y abandonan sus tierras nativas para ir a las ciudades.

Pero si bien Coyhaique ha perdido algunos habitantes, también hay caras nuevas, particularmente aquellas involucradas en industrias relacionadas con el turismo, como la pesca con mosca, los deportes acuáticos y el senderismo, que se están volviendo cada vez más populares en el área. El mountainbike es uno de ellos y Gabo dice que la cultura del ciclismo de montaña está emergiendo lentamente en la ciudad. El terreno es una mezcla única de paisajes: vastas extensiones de altas cumbres escarpadas, muy por encima de la línea de los árboles, que se elevan sobre pintorescos valles glaciares que contienen bosques selváticos de vegetación densa y musgosa. Los vientos del sur golpean las zonas de alta montaña y la precipitación constante entrega una tierra de ensueño y condiciones perfectas para la construcción de senderos.

Por senderos y fuera del mapa

El paseo alrededor de Coyhaique es una lección de abrupta variedad, donde en unos minutos puedes llevar a ciclistas como Max Wittenberg desde lo alto de la línea de árboles hasta bosques espesos y arcillosos. Foto: Sam Appelbaum

La recompensa que entrega el suelo no se pierde con Gabo. El ex corredor de descenso de la Copa Mundial UCI y la Enduro World Series pasó años construyendo senderos alrededor de la ciudad y pasamos la primera parte de nuestro viaje probando algunas de sus creaciones. Con nombres como Chicken Line y Don Choco, se sienten crudas y naturales, generalmente cayendo desde la línea de árboles antes de enfilar por unas secciones que son obras maestras, talladas a mano, de flujo rápido pero controlable.

Otros lugareños también han estado trabajando para hacer crecer la escena del ciclismo, y sus esfuerzos son evidentes en los dos parques públicos para bicicletas, El Fraile y La Gloria, que visitamos antes de dirigirnos a las montañas. Irónicamente, sin embargo, es la historia de extracción de recursos en esta zona lo que hace a la ciudad tan prometedora para la recreación al aire libre, incluido el mountainbike. Décadas de tala, minería, agricultura y ganadería han dejado innumerables kilómetros de caminos y senderos de tierra abandonados, una red que alguna vez atravesó las escarpadas montañas y conectó pueblos dispersos.

Pero eso fue años atrás. A pesar de su abundancia, pocos de los senderos han sido mapeados, y la mayoría de ellos han sido descuidados debido a su lejanía. Aquellos que quieran navegar por el terreno salvaje deben confiar en el boca a boca de los lugareños y las imágenes satelitales, las que son cada vez más escasas: la generación que alguna vez usó los senderos está muriendo y los caminos están desapareciendo a medida que la vegetación crece o son borrados por las lluvias.

Gabo no quiere ver que eso suceda. Él ha estado trabajando para resucitar estos senderos antes de que se desvanezcan por completo, organizando equipos de ciclistas locales para cepillar y despejar las rutas, así como procurando fondos del gobierno para ayudar al desarrollo de nuevos senderos.

Por senderos y fuera del mapa

El terreno alrededor de Coyhaique es vasto. Encontrar la ruta puede ser extremadamente difícil y generalmente implica escalar y descender a través de múltiples cimas y valles en un solo día. Foto: Max Wittenberg

Lo que nos lleva de vuelta a nuestra ubicación actual, siguiendo a los jabalíes salvajes con la esperanza de llegar al pueblo de Villa Mañihuales, donde un amigo de Gabo está programado para recogernos y llevarnos de regreso a Coyhaique. Pero después de media hora de buscar capturas de pantalla en nuestro teléfono, todavía no podemos encontrar un camino claro hacia adelante. Las “carreteras” erosionadas que hemos seguido se parecen más a los cauces de los ríos que a cualquier cosa en la que conducirías un vehículo, y decidimos que tenemos dos opciones: continuar hacia adelante o seguir nuestro GPS de regreso a Fundo Lago Largo, la granja con la que nos topamos la noche anterior.

Los propietarios, una familia jubilada que pasa los veranos en la granja, gentilmente nos proporcionaron comida y un techo por la noche. Uno de los residentes, un hombre llamado Víctor, ha jugado en los senderos de la zona por 40 años y nos contó sobre algunas rutas para cabalgata que había recorrido de niño. Nos pasamos la mañana tratando de encontrar esos senderos siguiendo las instrucciones de Víctor, pero seguir una lista hitos y árboles viejos en una remota cordillera chilena no es tan fácil como lo hizo sonar.

Instrucciones o no, estamos bien versados ​​en nuestra situación actual: confundidos, tratando de usar nuestro GPS para determinar si en verdad estamos siguiendo un sendero. Al ver la velocidad a la que estos senderos patrimoniales están desapareciendo, de primera mano y en terreno, es difícil no sentirse derrotado y desanimado, razón por la que Gabo está haciendo tanto esfuerzo para reabrirlos.

Por senderos y fuera del mapa

Gabo Benoit conoce bien el paisaje único de la región de Coyhaique, Chile. No solo es un local de toda la vida, sino que ha construido muchos de los senderos más populares del área, como Chicken Line, un clásico alpino. Foto: Max Wittenberg

Al separarnos del sendero de jabalíes, nos vamos hacia arriba sobre lo que parece ser una colina interminable hasta nuestro siguiente punto estratégico, desde donde divisamos un camino de tierra bien mantenido que baja sinuoso hacia Villa Mañihuales. El país está en medio de una ola de calor, las temperaturas ya están subiendo sobre los 35 grados y tenemos poca agua. Decidimos que subir otra cumbre podría no ser lo mejor para nosotros. En cambio, descendemos a la carretera, nos subimos a las bicicletas y pedaleamos hacia la ciudad para encontrarnos con nuestro conductor.

Mientras luchamos con el calor, aceptando en silencio que no llegaremos a Villa Mañihuales a través de un sendero, no puedo dejar de pensar en el potencial del área. Un potencial que se equilibra entre las cicatrices que curan las heridas de antiguas industrias y el futuro próspero que esas mismas cicatrices aún pueden proporcionar: múltiples recorridos para explorar de por vida, inolvidables, pero que aún no están en el mapa.

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