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Molly Baker  /  febrero 24, 2021  /  Lectura de 8 Minutos  /  Snow

Natasha Woodworth, la diseñadora detrás de los nuevos kits de esquí de backcountry de Patagonia, aborda el esquí y el diseño técnico con la misma competencia un tanto subestimada.

“Para mí, la actitud de Tasha se destaca más que su esquí”, dice su amigo Max Hammer. "Y es esa actitud la que le ha permitido convertirse en lo genial que es". Tasha, capturada un momento antes de una sonrisa e irradiando genialidad. Chamonix, Francia. Foto: Alex Buisse

No es que importe, pero la esquiadora más talentosa en Patagonia es una chica llamada Tasha. Nunca te enterarás de eso por ella. Debes esquiar con ella o pedirle a alguien que lo alardee por ella. Comencé por Linden Mallory, nuestro gerente de línea para los productos Alpine, que tampoco se queda atrás. De vez en cuando, también escucharás a alguien presumir por él sobre estar parado en la cima del Everest, entre otros increíbles logros que nunca menciona. Pero hablar en nombre de su compañera de esquí, amiga y colega, le sale fácil.

“Estaba en el Whitney esquiando la Ruta del Montañés con Tasha en un día de primavera con mucho viento que nunca terminó de entibiarse del todo. Era un viento que aullaba y nos pegaba de frente mientras subíamos por la garganta. En el col, el viento pegaba fuerte y cuando estábamos haciendo la transición, una ráfaga le arrebató un esquí de la mano. Se deslizó de regreso por el couloir (distintivo de la Ruta del Montañés) hasta que se detuvo como una jabalina gracias a un remolino de viento a mitad de camino. Ahí quedo, atrapado de la punta como una flecha solitaria que se asomaba por la pared”, comienza Linden.

Al buscar información para el viaje, los reportes dicen que esta ruta no es descabelladamente empinada, pero sí lo suficiente como para que no muchos esquiadores la bajen, algo que Linden puede confirmar. El primer reporte que aparece tiene una cita en el centro: “Terreno muy moderado después del Couloir del Montañés”. Otros hablan de la exposición o de la relativa pendiente que termina en acantilados y todos dicen que el couloir rara vez tiene buena nieve.

Durante ese día junto a Tasha, un amigo de Linden de San Francisco (lleno de motivación, pero no tan sólido como esquiador) desescaló la parte superior de la canaleta por la exposición y las condiciones de la jornada: empinado, expuesto y extremo, un escenario también conocido como “deslízate por tu vida”.

“Ahí estaba Tasha parada con un esquí. Simplemente se encogió de hombros y luego, sobre una pierna, se deslizó usando una sola tabla. Fue una locura, nunca había visto algo así ”, dice Linden. “No se limitó a esquiar unas cuantas vueltas sobre nieve pisada en una pierna (como hacen los corredores de esquí). Esquió un couloir súper expuesto, donde fallar no era opción, a casi 4200 metros, en una pierna”.

Entonces alcanzó su esquí perdido, conectó la fijación, continuó con unos giros tipos Giant Slalom y llegó hasta abajo. Nada del otro mundo.

Su Camino

Un giro tras otro probando las telas para las nuevas chaquetas y pantalones Upstride y Stormstride. Tasha en el volcán Villarrica, en el sur de Chile. Foto: Juan Luis De Heeckeren

Al hablar con Tasha, esa es la sensación que te queda: que sus logros en esquí no son gran cosa. Un signo de modestia, sí, pero también un signo del amor puro que tiene por el esquí. Nada de eso es la gran cosa si tienes el corazón puesto en ello.

Ese amor comenzó temprano para Tasha, cuando tenía alrededor de un año y sus padres, quienes habían competido en esquí (su madre estuvo en los Juegos Olímpicos de 1980) la subieron a los esquíes en Vermont, donde vivían. Esquiar en familia eventualmente significó el ingreso a la escuela secundaria y academia de esquí del este, la Burke Mountain Academy. Allí, los estudiantes de la academia entrenan en los siete escarpados y gélidos senderos de Burke Mountain (a los que se accede con un andarivel de arrastre).

“La academia de esquí es sin duda una experiencia privilegiada, pero cuando estuve ahí, el programa era bien modesto y de la vieja escuela”, dice Tasha. “Entrenábamos corriendo cuesta arriba con nuestros compañeros de habitación en la espalda; no teníamos un gimnasio como los niños en Tahoe; hacíamos todo afuera con lo que teníamos a nuestro alrededor”.

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Directo del Archivo de Natasha Woodworth: una caja de zapatos. La madre de Tasha, Viki Fleckenstein Woodworth (en la foto), envió esta foto suya junto a una joven Tasha esquiando en Vermont. Foto: Papá, también conocido como Richie Woodworth

Competir en el tour norteamericano fue un paso esencial, pero para Tasha y las otras chicas de Burke, el santo grial siempre fue competir en Europa. “Cuando entrenábamos, nuestro instructor solía decirnos que lo estábamos haciendo bien, pero que teníamos que saber que había decenas de chicas en Austria trabajando el doble de duro”. Durante la secundaria, Tasha entrenó en glaciares europeos cada otoño y tuvo la oportunidad de trabajar con la Selección Nacional de Austria. Describe la sorpresa que sentía al evaluar sus niveles de oxígeno corriendo en una trotadora, así como los sistemas y enfoques muy calculados, muy afinados, muy europeos, en relación al deporte (y la vida). Al final de la secundaria, muchos de los glaciares europeos se estaban derritiendo, por lo que el equipo de esquí de EE.UU. trasladó el entrenamiento a Chile. “Estaba tan concentrada en las carreras durante esa etapa”, dice Tasha, “que nunca experimenté las demás piezas tan importantes de la cultura de la montaña en Europa”.

Tras quince cirugías de rodilla, correr con el equipo norteamericano en la Copa Europea FIS Alpine, competir en el circuito de la NCAA mientras atendía a Middlebury College y dos años de trabajar en la industria de la moda en Nueva York, Tasha llegó a entrevistarse para ser diseñadora de vestuario Sportswear en Patagonia. Mientras trabajaba para Rebecca Taylor, Cynthia Rowley y Opening Ceremony, entre otros empleadores, su vida neoyorquina algo desconectada del esquí (con escapadas rápidas a Jackson para andar fuera de pista junto a los amigos o esquiar en resorts en Vermont) se estaba convirtiendo en algo que le molestaba. En Patagonia, aunque se encontraba junto al océano y no a la montaña, era un alivio compartir la motivación por el esquí y por estar al aire libre. Así como disfrutar del patio trasero, la Sierra Nevada.

Su Camino

Una noche de fiesta junto Tasha y Forrest Shearer en el Bosque Nacional Gifford Pinchot, Washington. Foto: Tyler Roemer.

Tasha lleva siete años como diseñadora en Patagonia, trabajando a tiempo completo en el desarrollo de nuestros productos técnicos. Ha asistido a campamentos de esquí de backcountry con el embajador de Patagonia Snow en Jackson, Zahan Billimoria, conducido más veces de las que puede contar las seis horas de camino a la Sierra oriental desde nuestras oficinas en Ventura y ha probado productos Patagonia en montañas alrededor del mundo. Hace unos años, mientras comenzaba a trabajar en las nuevas chaquetas y pantalones Upstride y Stormstride para esta temporada junto a nuestro jefe de innovación de productos, Glen Morden, Tasha se encontró de regreso en Europa, esta vez sin los esquís de Giant Slalom.

Con Glen esquiaron una bonita linea llamada Cosmiques durante su primer día en Chamonix; él había estado esperando encontrar esta bajada en condiciones por bastante tiempo antes de su viaje. “En ese momento sentí con certeza que había transmitido la misma pasión y entusiasmo por nuestra línea de esquí de backcountry que la que nos trajo hasta donde estamos hoy”, dice Glen. “Y como Tasha pone hoy la misma dedicación de las carreras en aprender a moverse por la montaña y en su enfoque para el diseño, supimos que el futuro de la ropa técnica Patagonia estaba en las mejores manos”.

Tasha llevó con ella tres años de prototipos de los Upstride y Stormstride alrededor del mundo, principalmente para probarlos y validarlos con quienes nacieron y crecieron esquiando los Alpes, donde madrugar para esquiar antes del trabajo, ir de refugio en refugio en el día y llevar una vida despreocupada en torno al esquí de montaña fueron una inspiración para estos kits. Los prototipos ganaron miles de metros de desnivel (para luego descenderlos), vieron sol, viento, lluvia, traseros europeos, americanos y canadienses y, en un viaje en Montana, tres lobos, tres zorros, dos búhos, un oso, un bisonte, un puercoespín y un halcón de cola roja. El resultado fue un par de kits para esquí de backcountry, diseñados para ascensos exigentes y para esas travesías de una cumbre a la otra, y a la otra y a la otra y a la otra y a la otra, cuando es posible que puedas disfrutar de un café o una cerveza a mediodía en el refugio”.

“En Chamonix y partes de Austria, finalmente me involucré en la escena del esquí de montaña europeo”, dice Tasha. “Y realmente llegué a sentir cómo el ser observadores de las montañas es parte de la cultura”. Las consecuencias del esquí de backcountry en los Alpes pueden ser grandes y los esquiadores a menudo parecen despreocupados porque estar en las montañas está muy arraigado en la vida cotidiana. Para explicar esta cultura enraizada en la vida en las montañas, Tasha adopta la teoría de un amigo que dice que los europeos tienen una dinámica frente a la mortalidad diferente a la de los norteamericanos porque viven en presencia de monumentos milenarios y de las montañas, ambos recordatorios de que nuestras vidas son efímeras en la inmensidad del tiempo.

Su Camino

Tasha en un momento de obsesión mientras diseñaba las chaquetas y pantalones Upstride y Stormstride. En el proceso, buscó nuevas formas de posicionar los bolsillos para que funcionaran mejor con un dispositivo de localización, hizo ajustes en los pantalones para acomodar el uso de un arnés de esquí, usó telas más ligeras como las de trail running y buscó materiales interiores que hicieran que chaquetas y pantalones fueran cómodos de usar sin primeras capas. Todo hecho con la disciplina de incorporar solo características fundamentales, como ventilaciones y puños ajustables en los pantalones que se integraran con crampones y botas de randonné. Además diseñó la articulación en los patrones de las rodillas con unos grados más que nuestros otros pantalones para la nieve, de manera que se adaptaran al movimiento preciso y eficiente del ascenso. Ventura, California. Foto: Kyle Sparks

Este conocimiento, junto a todo lo demás que ha estado absorbiendo sobre nivología, es un cambio respecto del esquí que conoció de niña. “Siempre estuve en el entorno súper controlado de las carreras de esquí, así que todavía hay muchas cosas que estoy descubriendo en la montaña”. Y así es como lo hacen los amantes del esquí: lo ven como algo que dura toda la vida. Afortunadamente para Tasha, ella puede hacer giros en condiciones horribles con la misma facilidad que se mueve en el powder más profundo, siempre manteniendo una actitud llena de diversión. Para alguien como ella, no hay muchos días “malos” en la nieve.

Otros elogios comienzan a llegar. Hay relatos de verla “bajar directo por la garganta solo con unos movimiento sutiles para corregir la dirección” y “pasar volando y dejarnos a todos boquiabiertos en el proceso”. Siempre está el “wow, ella sí que sabe esquiar”. Pero, lo que es aún más importante, están las historias de su amor sincero por el esquí—las historias de días no particularmente buenos, en montañas no particularmente emocionantes y de ver a Tasha “ir de cabeza a lo que pareciera ser más exigente, tan entusiasmada. Fue genial, me recordó a la escuela, cuando toda la pandilla daba una y otra vuelta en la colina del pueblo. Esa fue la escena del día y se sintió como si fuera Tasha la que abría huella en ese pesado powder para el tren de motivados que venía detrás de ella, siempre con una sonrisa de oreja a oreja, y fue como el mejor día de mi vida”.

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