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La paradoja de la seguridad en el surf de olas grandes

Greg Long  /  diciembre 1, 2021  /  Lectura de 10 Minutos  /  Surfing

Los recientes avances en protocolos y equipamiento de seguridad, ¿hacen más peligrosos los lineups en el surf de olas grandes?

Greg Long toma la mano de un viejo amigo en las aguas abiertas de la Isla de Todos Santos, México. Foto: Ryan “Chachi” Craig

Mi incursión en olas grandes comenzó hace más de dos décadas en Killers, la famosa rompiente en la Isla de Todos Santos, frente a la costa de Ensenada, en México. Cuidadosamente me abrí camino en el lineup mientras un mariachi sonaba en una radio de transistores a mi espalda. Cuando me volteé para ver la panga que habíamos alquilado anclada en el canal a casi 275 metros de distancia, el conductor estaba tendido en la proa, preparándose para terminar la mañana con una siesta. En ese entonces no era raro estar ahí solo junto a la tripulación con la que habías llegado. Confiábamos en una especie de acuerdo tácito de que todos cuidarían los unos de los otros.

Los errores que cometíamos surfeando teníamos que resolverlos nosotros mismos. Una mala caída aseguraba un buen aporreo de varias olas justo frente al rocoso acantilado de la isla. Un leash cortado prometía un solitario braceo para cruzar los ochocientos metros de aguas profundas que te separaban del bote. Evitábamos las olas con baja probabilidad de éxito, estudiábamos los lineups diligentemente, sabíamos dónde sentarnos independiente de la dirección que tuviera la marejada y surfeábamos con un mayor nivel de conciencia. La falta de un equipo de seguridad en el agua hacía que tomar buenas decisiones fuera obligatorio. Aquellos que eligieron una perspectiva arrogante no tardaron mucho en verse aleccionados por la Madre Naturaleza y ser arrojados de vuelta al bote, enfrentando heridas potencialmente muy graves o incluso algo peor.

La paradoja de la seguridad en el surf de olas grandes

Cuesta abajo en la montaña esmeralda. Greg en Killers, Baja California. Foto: Billy Watts

Hoy en día, los lineups de olas grandes ofrecen una escena muy diferente. En cualquier marejada bien publicitada, los lineups pueden llegar a albergar incluso más de 50 surfistas. El canal se llena de gente en botes y motos que maniobran para encontrar una posición que les permita ver y documentar la acción. Si es que hay algo de música sonando, de seguro se verá ahogada por el ruido ensordecedor de un helicóptero que graba desde arriba. Sin embargo, la diferencia más importante es la presencia y la implementación de la nueva tecnología de seguridad y un sistema organizado de rescate acuático.

Hoy en día, en los lineups más prominentes, es difícil que encuentres un surfista que no esté usando un chaleco inflable de última generación, equipado con cilindros de CO2 listos para ser gatillados y asistirlo en su regreso a la superficie en caso de verse atrapado bajo las olas. Una flota bien coordinada de PWC (embarcaciones personales, por su sigla en inglés) ocupadas por rescatistas altamente entrenados aguarda en el canal a la espera de entrar en acción y sacar a los surfistas de la zona de impacto después de una caída. Son estos avances en tecnologías de seguridad y operaciones de rescate los que han ayudado al deporte a progresar vertiginosamente en los últimos años. Ellos le han dado a los surfistas de olas grandes un nuevo nivel de confianza para surfear olas que alguna vez se creyeron imposibles y, sin duda, han salvado muchas vidas.

La paradoja de la seguridad en el surf de olas grandes

A casi 100 millas de la costa de California, Greg se pone su Chaleco PSI (Personal Surf Inflation) y se prepara para una sesión a nado en la rompiente de aguas abiertas que casi le costó la vida en 2012: Cortes Bank. Foto: Al Mackinnon

Pero, no importa cuán altruista sea la intención, nada en la vida es gratis.

A lo largo de la historia, las tecnologías revolucionarias que se desarrollaron como soluciones han resultado también en consecuencias indeseadas. La fisión nuclear alteró la producción energética mundial y nos dejó con residuos radioactivos no desechables entre las manos. Algunas plantas y animales introducidos en áreas silvestres han beneficiado a los ecosistemas, mientras que otros han diezmado la biodiversidad y han llevado especies a la extinción. No puedo evitar preguntarme si estos avances en seguridad estarán erosionando el nivel de autosuficiencia que antes se le exigía a los surfistas de olas grandes.

Albee Layer, uno de los mejores surfistas y tal vez el que más tubos ha corrido en Peʻahi (también conocida como Jaws), dice que eso es exactamente lo que está viendo suceder.

La paradoja de la seguridad en el surf de olas grandes

Albee Layer en la cúspide de algo magnífico. Foto: Fred Pompermayer

“Las multitudes han aumentado drásticamente y estoy seguro de que muchas personas están ahí afuera solo porque se sienten seguras sabiendo que pueden inflarlo (su chaleco) si es que caen y que una moto vendrá en su ayuda. Está llevando allá afuera a algunas personas mucho antes de que tengan las habilidades para hacerlo y a olas en las que no deberían estar. Está poniendo a todos en posiciones muy peligrosas”.

Layer dice que no son solo novatos influenciados negativamente por la reforzada sensación de seguridad que entregan estos inventos.

“Personas de todos los niveles están surfeando tan imprudentemente hoy en día y metiéndose en olas loquísimas, imposibles de correr, incluyéndome”, dice. “Honestamente creo que surfeaba mejor, o de una forma más inteligente, cuando no teníamos tanta seguridad alrededor nuestro. Personalmente, he tenido mis peores caídas y también las más tontas en los últimos años, porque me siento más seguro usando el chaleco”.

Albee me recuerda de aquella vez que fui víctima del exceso de confianza por usar un chaleco inflable mientras un equipo de seguridad de clase mundial me rodeaba. Durante mi primer heat en la competencia de la WSL (Liga Mundial de Surf, por sus siglas en inglés) de 2015 en Peʻahi, una mañana grande y ventosa que hubiera dejado pasar bajo circunstancias normales, reuní el coraje para despegar desde afuera en una gigante torre de agua. Después de un drop muy aéreo y de cortar bajo el labio que se desplomaba con tan solo centímetros de ventaja, me apuré hacia el tubo para verlo correr solo 70 metros delante de mí. La multitud enloqueció y me dieron un 9.5, una puntuación casi perfecta para mi esfuerzo. Más tarde, analizando el video, me sentí algo avergonzado al ver que había despegado en una ola que no tenía chances de ser corrida. Busqué el chaleco inflable con la mano aún dentro del tubo y antes de que se extinguiera, una decisión consciente y una reveladora señal de estar influenciado y ser demasiado dependiente de mi equipo de seguridad.

Al terminar el invierno 2020/2021, uno de los más grandes y mejores surfistas en la historia de Mavericks (la principal rompiente de olas grandes en el norte de California) y quien indiscutiblemente ha pasado más tiempo en el lineup de Mavericks que ningún otro de sus colegas, Grant Washburn, tuvo fuertes opiniones respecto de la evolución que ha visto en los últimos años.

“Tomar riesgos está en la naturaleza del surfista de olas grandes”, dice. “Ellos empujan los límites tan lejos como creen que pueden hacerlo basados en la seguridad de la que se dispone”. Al principio, eso no era mucho, por lo que los riesgos que tomaban eran más bien razonables. Ahora, pareciera que la seguridad eliminó la mayor parte de las consecuencias. Puedes caer, inflar, ser recogido por una moto e ir inmediatamente de vuelta al lineup”.

Según Grant, el chaleco y el sistema de rescate, si se abusa de ellos, crean una falsa sensación de seguridad. “Parece que algunos surfistas se están olvidando de que todas esas cosas pueden fallar y fallarán en algún momento”, dice. El invierno pasado, por ejemplo, Grant “Twiggy” Baker (tres veces campeón del Big Wave World Tour) sufrió una enorme caída en la que podría ser la ola tomada a nado más grande jamás intentada en Mavericks. Cuando fue a inflar su chaleco, este falló y las motos no pudieron alcanzarlo hasta que fue succionado. “Mira la gigantesca caída de Twiggy la temporada pasada. Afortunadamente Twiggy pasó la mayor parte de su vida surfeando y entrenando sin depender de chalecos ni motos, por lo que estuvo bien. Pero me da miedo pensar en lo que pueda pasarle a alguien que recién se está metiendo en el surf de olas grandes y solo sabe de wipeouts usando un chaleco inflable y espera que una moto siempre esté ahí para ayudarle”.

Frank Quirarte, quien ha fotografiado la acción en Mavs y al mismo tiempo prestando servicios de seguridad en el agua por décadas, ofrece una perspectiva más matizada sobre los rescates.

“Solíamos dejar a los surfistas aguantar un poco la caída y solo entrábamos para asistirlos cuando de verdad sentíamos que necesitaban ayuda”, me cuenta Frank. “Pero cuando las cosas salen mal en el agua, suceden en una fracción de segundo. ¿Te imaginas que alguien necesitara ser rescatado y tú estabas ahí con los recursos para ayudar pero no actuaste a tiempo? Al final, vemos los rescates como un buen entrenamiento, para estar listos cuando la vida de alguien pueda realmente estar en juego”.

Con la popularidad del deporte en constante crecimiento y el ritmo con el que los límites se empujan en la actualidad, es solo cuestión de tiempo para que falle la red de seguridad. Para enfrentar esa realidad debemos mirar más allá del lineup, hacia los otros culpables que actúan por influencia, como los premios WSL Big Wave Awards y las competencias donde la línea que separa al surf progresivo del peligroso se vuelve más borrosa cada año.

“Si miras algunos de los premios en los últimos años, el ganador de la ‘Ola del Año’ también fue nominado para el ‘Wipeout del Año’ por la misma ola”, señala Grant. “No le estoy quitando nada a los surfistas, ya que las olas fueron sin duda espectaculares, pero no veo cómo uno puede ser también el otro. ¿Qué tipo de ejemplo están dando esas decisiones?”.

La paradoja de la seguridad en el surf de olas grandes

Cuando ya te comprometiste, incluso si el viento pareciera querer soplarte hacia el continente, apretar el acelerador es la única opción. Ian Walsh inicia una aventura a alta velocidad. Peʻahi, Maui. Foto: Fred Pompermayer

A Ian Walsh, ganador del Big Wave Peʻahi Challenge 2017 y uno de los surfistas más preocupados por la seguridad de la escena, también le inquieta que el surf competitivo en olas grandes pueda estar yendo directo al desastre si algo no cambia. Hace poco hizo un llamado para cambiar los criterios de evaluación de los eventos de olas grandes.

“Todos elegimos nuestras propias olas y nuestra posición y la mayoría estamos en paz con las consecuencias que puedan venir con eso”, dice Ian. “Pero los criterios actuales sin duda influyen en la toma de decisiones cuando estás en el heat. Si te fijas en cómo se han juzgado históricamente, es probable que obtengas una puntuación más alta por un closeout inmanejable o una ola gigante imposible de surfear que por una ola de tamaño comparable que se haya corrido con éxito hasta el canal”. Los últimos eventos de olas grandes han resultado en un puñado de conmociones cerebrales y lesiones más graves.

“Ajustar el criterio de puntuación para alejarlo de premiar excesivamente esas olas imposibles de correr podría prevenir estas situaciones en el futuro”, dice Ian. “No sería muy diferente de cuando la NFL decretó ilegal el contacto casco con casco. Ajustaron la forma en que se juega el juego y, en definitiva, protegieron a los jugadores de las lesiones”.

La paradoja de la seguridad en el surf de olas grandes

Grant Washburn se prepara para entrar a una habitación espaciosa y con una vista increíble. Mavericks, California. Foto: Frank Quirarte

Los resultados de las reformas sistémicas generalmente toman algo de tiempo antes de poder ser visibles y la verdad es que estas competencias no son más que un microcosmos dentro del universo del surf de olas grandes.

Creo que la comunidad de las olas grandes tiene la inteligencia como para concebir el próximo nivel de cambios, mejoras y preguntarse: “¿Cuál es la solución para moderar la exagerada confianza y los comportamientos negativos que fomentan estos avances en seguridad?”.

Según Grant, el simple acto de hablar con quienes ejemplifican esos malos hábitos en el agua es una forma sencilla de comenzar.

“Lo más probable es que las personas que surfean así ni siquiera se den cuenta de que lo están haciendo”, dice. “Pueden ser nuevos en esa rompiente y simplemente no estar conscientes de lo grave que puede ser una caída y las consecuencias que puede tener. Hablar y compartir algunos consejos de los locales puede ser de gran ayuda”.

La paradoja de la seguridad en el surf de olas grandes

Frank Quirarte hace una pausa para fotografiar la magnífica y esquiva izquierda de Mavs. Foto: Seth Deroulet

Frank concuerda: “Cuando recogemos a los surfistas, siempre nos aseguramos de recordarles que es posible que no estemos allí la próxima vez y no evitamos tener una conversación más larga si sentimos que alguien está siendo un peligro real”.

Al final, la mayor parte de los surfistas no está ahí para ganar fama o dinero. Están surfeando olas grandes para desafiarse a sí mismos y para experimentar la emoción y la realización que les entrega. Siempre dependerá de cada persona decidir el nivel de riesgo que está dispuesta a correr al entrar al agua. Sin embargo, me interesaría ver el cambio de enfoque que podrían tener si, después de ponernos los chalecos inflables y expresar nuestra gratitud al personal de seguridad acuática por su presencia, nos preguntáramos: “¿Cómo enfrentaría esta sesión si no tuviera estas dos redes de seguridad?”.

Dejemos que la honestidad reine en nuestras respuestas y nos guíe en nuestras sesiones futuras.

Para saber más sobre los constantes esfuerzos por aumentar la seguridad en el agua y fomentar la toma de buenas decisiones en los lineups de olas grandes, revisa el sitio del Big Wave Risk Assessment Group (BWRAG).

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