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Fuertes por naturaleza

Leslie Hittmeier  /  mayo 17, 2022  /  Lectura de 9 Minutos  /  Workwear

Las mujeres son menos del cinco por ciento de los carpinteros de oficio en los Estados Unidos. Pero hay algunas carpinteras que están cambiando esa narrativa, una juntura a la vez.

“Construir estructuras de madera no es solo pegar dos cosas o clavar dos cosas. Se trata de que dos cosas en verdad encajen” —Jenna Pollard

Todas las fotos por Leslie Hittmeier

“¡Hola!”, Jenna Pollard me saluda mientras ingreso con mi auto arrendado en las 97 hectáreas, totalmente desconectadas del tendido eléctrico, del Steger Wilderness Center. Constructora de estructuras de madera de oficio, Jenna ha pasado los últimos nueve veranos aquí, trabajando y enseñando bajo los distintos tipos de abeto y álamo del Bosque Nacional Superior, justo al norte de Ely, Minnesota. Durante las próximas dos semanas liderará un taller de construcción de cabañas para mujeres, en el que cuatro instructoras y ocho carpinteras en entrenamiento construirán una cabaña de madera de 3,6 por 4 metros usando pino blanco y rojo, cosechado y cortado en el mismo sitio. Jenna ha soñado con este curso por años.

“Las estudiantes están en el lago, nadando”, me dice. “Te las presentaré más tarde. Pero primero, ¡un tour por la propiedad!”

La propiedad es una granja del explorador polar y activista climático Will Steger, de 77 años. Primero, cuando tenía 20 años, Will compró 11 hectáreas, las que limitan con un área salvaje que se extiende hacia el norte hasta Canadá, y ha dedicado el tiempo entre expediciones a sumar terreno y estructuras. A lo largo de los años, se ha convertido en más que solo un hogar. Es un enorme salón de clases al aire libre, donde estudiantes de todas partes del mundo pasan sus veranos aprendiendo de maestros en diferentes oficios, como construcción, carpintería, albañilería, cristalería y estructuras de madera.

Jenna apunta hacia “El Patio” y el taller de carpintería, donde las estudiantes pueden construir usando herramientas eléctricas alimentadas por más de 40 paneles solares que le dan forma a la microred de la granja. Luego está “El Lodge”, que fue construido en 1976. Como la primera estructura de la propiedad, originalmente servía como cocina, dormitorio y taller. Hoy, alberga la cocina y la biblioteca de Will. Me gano un vistazo de unas antiguas fotografías en blanco y negro que muestran perros husky cubiertos de nieve, hombre en el Ártico, grandes grupos de jóvenes sonrientes frente a cabañas recién construidas y cientos de libros con títulos como Arctic Melting (El ártico se derrite), Unstoppable Global Warming (Calentamiento global imparable) y Lost at the South Pole (Perdido en el Polo Sur).

Fuertes por naturaleza

Stacy Bednar elige materiales en “El Patio”.

En 1990, Will y su equipo fueron la primera expedición en cruzar la Antártica sobre trineo de perros para crear conciencia sobre la importancia de protegerla de la industria del petróleo. Una noche durante la expedición, mientras estaba en su carpa, Will dibujó el bosquejo para una construcción en su libreta. Imaginó el edificio ubicado en la naturaleza, donde invitaría a personalidades clave de la política a quedarse y reunirse en torno al cambio climático.

Si podía sacar a esos tomadores de decisiones de sus oficinas y llevarlos a la naturaleza, pensaba, donde pudieran vivir de manera más sencilla, oler el bosque y oír el correr del agua, tal vez podrían entender aquello que todos tratamos de proteger. Esperaba fomentar en sus invitados el mismo espíritu de trabajo en equipo y comunidad que sus expediciones inspiraban en él.

Durante los 220 días y los 6020 kilómetros de viaje, entre los que hubo una tormenta de nieve de 50 días, Will construyó “El Centro” en su cabeza:

“Habité en esta estructura, caminándola constantemente y viviendo en cada habitación durante todas las temporadas. Observé la luna y el sol pasando a través de sus ventanas. Presté atención a las sombras, las líneas de los techos y las barandillas, el reflejo de las estrellas en las ventanas del atrio. En la tienda de campaña, cada mañana, con un lápiz y una regla de 15 cm, dibujaba mis ideas y planos del día anterior para traerlos a mi realidad. Fue una larga y hermosa experiencia, y al finalizar las expediciones, con los dibujos en la mano, me embarqué en un proyecto de 25 años para construir el Will Steger Wilderness Center”.—Extracto del Steger Wilderness Center

Al regresar a casa, después, de la exitosa Expedición Trans-Antártica, el recientemente afamado Will comenzó la construcción en Ely. Durante las siguientes tres décadas, el Proyecto atrajo a maestros y maestras ya retirados de distintos oficios, así como ansiosos aprendices, a donar su tiempo y su esfuerzo a la causa: fomentar la comunidad, la conversación y la educación en torno a solucionar problemáticas ambientales y sociales, así como buscar nuevas formas de prosperar sin combustibles fósiles.

Fuertes por naturaleza

Con todas las herramientas que necesitas en su lugar y una brisa con aroma a pino para arrancar, El Patio es una tienda de primera.

Más adelante en nuestro tour, asomándonos entre los árboles por aquí y por allá, llegamos a unas pequeñas cabañas construidas a mano por los residentes a lo largo de los años. “Hay entre 12 y 17 cabañas en la propiedad”, cuenta Jenna entre risas, sin preocuparse de contarlas en su cabeza. Más adentro en el bosque está “Sugiville”, construida por un japonés cuyo sobrenombre era “Sugi”, a quien Will conoció en los 80 en Alaska e invitó a la granja. Él vino, aprendió carpintería y regresó cada verano desde entonces. Usando solo chatarra, Sugi se construyó una cabaña, una cabaña para huéspedes, un taller y una construcción inspirada en un onsen, todas tan acopladas al paisaje que incluso parecen parte de él.

Hay una cabaña de un escritor, la que nunca encontramos, que descansa en algún lugar en el medio del bosque. No hay un camino para llegar hasta ahí. Y también hay una cabaña de un musher (guía de trineos de perro) que cuelga de una colina desde donde se domina la vista del lugar donde dormían los perros durante el periodo más intenso de las expediciones de Will. Hoy en día, Aurora Wahlstron, de 26 años, vive ahí con sus dos gatos anaranjados, Mr. Nilson y Juniper. Ella es una albañil y aserradora experta, que estará enseñando a las estudiantes cómo construir las fundaciones para su cabaña.

A la distancia, una gran construcción se yergue sobre los árboles y la granja. Pareciera que están hecha mayoritariamente con ventanas, un enorme solario que cae en cascada angularmente y que da la sensación de ser una catarata de vidrio. Los techos cobrizos inclinados conducen a un porche y una glorieta con vista al lago. Es de otro planeta, como un castillo de cristal.

“Ese es El Centro”, explica Jenna. “Es de lo que se trata todo este lugar. Cuando llegué aquí por primera vez, Will dijo que El Centro estaba en camino a ser terminado en dos años”. Recuerda haber trabajado en el camino de agua que fluirá a través del primer piso del edificio. “Durante mis primeros tres años aquí estuve dedicada a terminarlo y desesperanzada por todo el trabajo que aún teníamos pendiente al final de cada temporada. Pero luego me di cuenta de que El Centro es un objetivo que nos une a todos. Por supuesto, queremos que esté terminado, pero lo que nos transforma y donde experimentamos el crecimiento ha sido en el viaje a tenerlo terminado”.

Fuertes por naturaleza

El equipo conversa con Will Steger y admira la artesanía de “El Centro”, que comenzó como el sueño de un explorador polar.

Nuestro tour termina en el lago, donde las futuras carpinteras toman un descanso y ríen bajo el sol sobre un gran muelle y nadan en las aguas templadas del Lago Picket. Después de las introducciones nos ponemos a conversar. Ahí supe que la mayoría de las mujeres son alumnas de Summit Academy, en Minneapolis, una escuela de oficios que ofrece cursos de 20 semanas con matrículas cubiertas por donaciones o ayudas financieras. Algunas tienen un conocimiento anterior en estos oficios, mientras que para otras este curso marca el primer paso en el camino de una nueva carrera.

Maricruz Lozano Ríos (23) comparte que es la primera mujer en su familia que se dedica a la construcción. “Creo que aquí es donde las personas van a darse cuenta de si en verdad esto es para ellas o no”, comenta al ponderar el trabajo que se les viene en las próximas dos semanas.

“Cuando comencé, era muy raro ver a otra mujer en la faena”, dice Beth Halverson, una de las instructoras. “Los hombres se convertían en tus hermanos mayores una vez que probabas que pertenecías ahí. Yo tuve una buena experiencia, pero no puedo decir que todas la hayan tenido. Todavía hay hombres que piensan que este no es un lugar para mujeres”.

Ashley Davis (30) nos cuenta que es madre de tiempo completo y que solo recientemente comenzó a interesarse en la construcción. “Quiero ver a otras mujeres haciéndolo”, dice. “Este (proyecto) lo hizo 10 veces más vívido… va a ser increíble. Estoy cada vez más cerca de mi propósito”.

Aurora concuerda con las estudiantes. “Espero que al aprender estas habilidades se sientan suficientemente empoderadas como para formar parte de un equipo de trabajo en cualquier parte”.

Algunas de las estudiantes me comentan que nunca han acampado o han estado expuestas a un estilo de vida en el que no hay una ducha disponible. Se ríen y hacen bromas sobre los vellos de las exilas penándolas por la ausencia de camas cómodas, servicio para sus teléfonos móviles o un inodoro que funcione.

A la mañana siguiente, Jenna anuncia los planes para el día: recolectar piedras para la fundación de la cabaña. Después del desayuno todas nos montamos en la parte trasera de una camioneta de cama plana y emprendemos rumbo a la cantera. Las mujeres están limpias, sonrientes y entusiasmadas por el día uno, aunque no están del todo seguras de lo que implica le trabajo. Llegamos a la cantera de diorita de Ely, una densa roca metamórfica que tiene 2700 millones de años y es perfecta para construir fundaciones. Aurora distribuye barras para roca y explica qué buscar: rocas con bonitas superficies planas.

Las moscas zumban a nuestro alrededor a medida que el calor de este día de agosto se empieza a asentar. Tan pronto comienzan a trabajar, la conversación sobre camas y teléfonos móviles es reemplazada por el foco que solo la naturaleza salvaje y el trabajo duro pueden dominar. Maricruz se afana en tartar de sacar una roca gigante desde la tierra mientras Aurora y otra estudiante, Stacy, trabajan juntas para acarrear una de más de 35 kilos.

“Nunca he dado a luz, pero estoy Segura de que esto es algo parecido”, dice una de las estudiantes mientras levanta una grande para ponerla en la camioneta.

Las mujeres lo dan todo en el trabajo, el sudor escurre hacia sus ojos y las moscas y la suciedad se les pegan en la piel. Más tarde, de vuelta en el sitio de construcción, aprenderán mampostería de piedra, cómo juntar las rocas para formar una fundación duradera. Aprenderán cómo medir y cortar ensambles de cola de milano y ensamblar una estructura independiente y autosoportante, sin necesidad de pegamento ni clavos. Al final del curso, El Centro no estará ni cerca de estar terminado, pero habrá una nueva cabaña, denominada “The She Shack” (La choza de ellas). “Se necesita una comunidad para construir una estructura de madera”, dice Jenna. “No es posible construir sola. Construyes la estructura y construyes relaciones al mismo tiempo. Y estás construyendo una estructura que va a durar, ojalá, cientos de años”.

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