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Cómo desconectarse para una conexión profunda

Cassidy Randall  /  Feb 19, 2019  /  6 Min Read  /  Surfing

Baring our souls to each other in single file conversations. Photo: Colleen Gentemann

“Desconectarse para conectarse”, nos dice Leah Evans a un grupo de 13 desconocidos parados en círculo al comienzo de un remoto sendero en las Purcell Mountains de British Columbia.

Estamos a punto de embarcarnos en la primera versión del Campamento en Modo Avión dirigido por Evans y su equipo estelar de expertas: Madeleine Martin-Preney, guía de hiking/ski y la primera mujer en realizar una travesía a lo largo de la cordillera de Selkirk en esquís; y Katie Burrell, una legenda de la comedia por su hilarante visión de la vida en pueblos de montaña. Modo Avión es un experimento radical para conectar a grupos de extraños a través de la naturaleza, el autodescubrimiento, el humor y una total desconexión con el mundo exterior.

Ninguno de nosotros sabe exactamente cómo va a funcionar todo esto, y hay una anticipación nerviosa en el aire a medida que las preguntas dan vueltas en nuestras cabezas. ¿Tenemos que definir una intención para el fin de semana? ¿Cómo encaja la comedia en todo esto? No soy muy gracioso… ¿Tengo que desnudar mi alma frente a personas que ni siquiera conozco? Y ¿A qué nos referimos con una “intención”?

Pero en nuestro anhelo de tener un respiro de nuestra conexión 24/7 con nuestros teléfonos, nos entregamos a Evans sin dudarlo, y considerando sus antecedentes, nos sentimos bastante bien al respecto.

Cómo desconectarse para una conexión profunda

Leah Evans introduce al grupo en el paraíso de las flores silvestres de las montañas Purcell. Foto: Colleen Gentemann

En tanto esquiadora profesional destacada en Jumbo Wild, Pretty FacesInto the Mind y otras películas, Evans es conocida tanto por su destreza en la nieve como por su dinamismo. Es la impulsora del icónico programa Girls Do Ski en Revelstoke, que en sí mismo ha creado una de las comunidades más fuertes de esquiadoras que el deporte haya visto hasta ahora. Y Modo Avión no es su primer experimento de emparejar a las montañas con un elemento desconocido: Ella produjo el documental, próximo a estrenarse, Cabin Jams, que llevó la creación musical al esquí backcountry.

Modo Avión introduce la terapia y la comedia humana en la ecuación de la naturaleza. Y porque no sabíamos qué esperar, ninguno de nosotros esperaba lo que realmente sucedió.

Mientras caminábamos 12 kilómetros hacia el Purcell Mountain Lodge, nos saltamos la conversación banal. Con nuestros teléfonos discretamente guardados en nuestras mochilas, logramos conocernos unos a otros en ese nivel de profundidad tan único del estar inmerso en la naturaleza remota, donde el tiempo se hace más lento y una hora se siente como un día.

Esa tarde, Martin-Preney capitalizó la comodidad que habíamos empezado a construir entre nosotros durante la caminata. Nos reunió en el claro frente al lodge y, mientras el sol se ponía a la distancia sobre Mount Sir Donald, nos dirigió en una serie de ejercicios de autodescubrimiento con palabras clave como “zona verde” (cómoda como tu prenda favorita), “zona amarilla” (empujando el límite del confort como en un giro agresivo sobre esquís donde podrías fallar espectacularmente) y la “zona roja” (tan lejos del confort como sirenas antiaéreas resonando en tu cabeza). Gracias a sus técnicas que llegan directo al corazón, expusimos nuestras almas desnudas a los demás —y a nosotros mismos— incluso antes de sentarnos a cenar el primer día.

Cómo desconectarse para una conexión profunda

Vistas como esta en la travesía de Copperstain no pueden evitar dar inicio a inspiradas conversaciones con tus amigos en el sendero. Foto: Colleen Gentemann

Evans nos guió durante el segundo día, un circuito puerta a puerta desde el lodge a través de praderas alpinas y una expedición sobre un filo que nos dejó sin aliento. Mientras caminábamos en fila, intercambiando historias y sumergiéndonos más profundo en lo que habíamos aprendido unos de otros el día anterior, ella hacía paradas para contarnos historias de la naturaleza con lugares imponentes y flores silvestres como protagonistas. Nos contuvo en momentos de silencio para absorber el sonido del viento. Esa tarde miramos el brillo alpino sobre Copperstain Mountain desde la terraza del lodge, y sabiendo que habíamos estado parados ahí, cruzando su filo y caminando por su cuenca, disfrutamos de la familiaridad de un lugar que se siente como casa.

Vale la pena señalar que Evans eligió el senderismo como la base para Modo Avión. Estamos rodeados de medios que nos dicen que el Tipo 2 y el Tipo 3 son las únicas definiciones legítimas para “aventura”. Estamos atrapados en la búsqueda de lo radical, y comenzamos a sentir las repercusiones.

Pasamos una excesiva cantidad de tiempo durante nuestras aventuras pensando en la foto de Instagram que va a mostrar cuán intrépidos somos y en cómo crear una descripción en Facebook para la épica extrema. A veces, incluso podemos armar toda una aventura en relación a una foto gloriosa, perfecta para las redes sociales. En nuestro apuro por hacer lo más radical que exista, podemos terminar jugando sobre el paisaje o a través de él, en lugar de en él. Por último, no todos son capaces de soportar las habilidades o la resistencia que muchas veces son requisitos necesarios para la diversión de Tipo 2 y Tipo 3, y que a menudo limitan la sensación de inclusión o comunidad.

Al construir Modo Avión en torno al senderismo en lugar de una actividad como el mountain biking o el esquí de travesía, Evans eligió una aventura infinitamente accesible. Caminar a través del paisaje hace el tiempo más lento al punto que la conexión con él, y con las personas con las que estas caminando, es inevitable. Si bien puede no ser “radical”, puede ser más enriquecedor para el alma de lo que pensamos fuera posible en nuestra era Red Bull.

Cómo desconectarse para una conexión profunda

La sensación de ver la puesta de sol con la gente precisa con la que quieres verla, y sin pensar en lo grandiosa que sería la foto en Instagram. Foto: Colleen Gentemann

Burrell tomó las riendas en un tercer día dedicado a la comedia. Estábamos preparados para hacer el ridículo, ya en ese entonces totalmente cómodos entre nosotros y con nuestro medioambiente. Ella nos guió en unos juegos ligeros de improvisación entre caminatas y bromas internas que habíamos estado cultivando durante todo el fin de semana. Nos tuvo riendo de esa forma que hace que te duela el estómago, el tipo de risa compartida que funciona mejor que cualquier droga. Este tipo de risa parece estar corto de stock en estos días, porque nuestras cabezas están metidas en nuestras pantallas.

Después de la cena, sin la fácil evasión de nuestros teléfonos, nos encontramos conversando por horas en el acogedor salón del lodge. Y de repente, estábamos más cerca entre nosotros, en el espacio de unos pocos días, que de muchas personas a las que conocemos por años.

Necesitábamos esa conexión. La anhelábamos tanto como anhelábamos un respiro de nuestros celulares y el internet constante.

Cada vez más estudios demuestran que pasar tiempo en las redes sociales en realidad nos deja más deprimidos que antes. Más que sentirnos conectados con las personas, nos sentimos más solos. Y, sin embargo, somos adictos a matar el tiempo navegando por Facebook e Instagram, al rebote de endorfinas que nos da la notificación de que a alguien le gustó tu publicación o la comentó. Nos hemos convertido en adictos a las relaciones virtuales con nuestros teléfonos. Con esta adicción, hemos perdido la sensación de comunidad con otras personas y con el mundo natural que ha nutrido el espíritu humano por siglos.

En nuestra creciente era digital, amigos cercanos con quienes mirar un atardecer en un lugar hermoso puede ser lo más cerca que lleguemos de la gloria. Yo tengo a Modo Avión para agradecerle por reconectarme con las cosas importantes.

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